martes, 25 de mayo de 2010

UPyD no secundará el plan de ajuste del Gobierno, pero no se pronuncia sobre la manifestación de funcionarios ni ante la huelga del 8 de junio

Unión Progreso y Democracia (UPyD) considera que los recortes salariales de funcionarios y la congelación de las pensiones podrían haberse evitado si Rodríguez Zapatero no hubiera hecho caso omiso a todas las alarmas. Y afirma que es injusto que sectores muy dispares, como funcionarios y pensionistas, sean los primeros en pagar la irresponsabilidad e incompetencia del gobierno. La líder y portavoz de UPyD en el Congreso de los Diputados, Rosa Díez, no votará a favor del recorte en salarios y pensiones.

Sin embargo, aun comprendiendo los motivos, UPyD no apoya ni rechaza la convocatoria de movilizaciones. Es de recibo recordar que no todos los que llaman a los funcionarios a manifestarse y a la huelga merecen la misma credibilidad. Las políticas que han llevado a la bancarrota a la nación son las que los principales sindicatos han proclamado y siguen proclamando irreflexivamente. El descontrol en el gasto público, la metástasis en la administración (especialmente la autonómica), la permanente llamada al alza de la presión fiscal, la concesión a las comunidades autónomas de competencias mediante la creación de organismos redundantes, la proliferación absurda de empresas y consorcios públicos y el derroche vía subvención (de la que partidos, sindicatos y patronales siguen beneficiándose con cifras descomunales) son, entre otras, causas principales del problema.

Las propuestas de los sindicatos no parten de un diagnóstico acertado, sino de los mismos lugares comunes en defensa de las políticas que hemos citado. La cerrazón a la reforma laboral es el colmo de una mentalidad conservadora y miope a más no poder, pues se ignora que abaratar costes de contratación fomenta la misma y beneficia a los parados. Por no hablar del consabido comodín del neoliberalismo con el que muchos, incluyendo a Rodríguez Zapatero, han intentado tapar sus propias vergüenzas en vano. Definitivamente, los principales sindicatos deben encontrar un equilibro entre sus propuestas y la realidad económica que parecen ignorar.